Nunca nadie pudo convencer a Chicha de que dejara de buscar. Ni siquiera cuando le dijeron que Clara Anahí había muerto en los brazos de su madre que intentaba escapar o pasarla a la casa vecina a través de un paredón en el fondo de la casa de la calle 30. A Diana Teruggi, su nuera, la alcanzaron los balazos y cayó debajo del limonero del patio que después de muchos años volvió a plantar su suegra, cuando logró hacerse cargo de la propiedad y preservarla como sitio de memoria y fundación para la búsqueda de la pequeña.
Convirtió la casa de la calle 30, cuya fachada continúa agujereada tal cual la dejaron los cazadores de la última dictadura, en museo y su propia casa en el núcleo de todas las actividades que tuvieran como objetivo central encontrar a Clara Anahí. Allí recibía cartas con información, así como correos electrónicos. Una vez anuladas las leyes de impunidad y comenzados los juicios de lesa humanidad no se cansó de exigirle a los genocidas enjuiciados que dijeran lo que sabían del paradero de su nieta. Que aportaran datos.
Fue víctima en varias oportunidades de la saña con la que represor de la Bonaerense Miguel Osvaldo Etchecolatz –responsable del operativo en que su nieta fue secuestrada– sostuvo que sabía dónde estaba Clara Anahí, sin aportar un dato. “Tengo esperanzas de que va a aparecer, aunque yo no la vea”, dijo en una de las tantas entrevistas que ofreció a lo largo de su lucha.
“Nunca me imaginé que iba a llegar a esta edad sin encontrarla”, lamentó Chicha hace algunos años cuando todavía se sentía fuerte.
Por lo menos un centenar de muñecas compró en sus viajes para reclamar por los niños robados y desaparecidos. Dejó de comprarlas cuando su nieta ya no estaría en edad de jugar con muñecas y empezó a comprar otros regalos para ella.
Guardó además las mariposas de materiales diversos que una mujer le obsequiaba. Las mariposas son el símbolo de la Asociación Clara Anahí por aquello que dicen los aztecas de que cuando muere un combatiente se convierte en mariposa para seguir ayudando a sus compañeros.
Muñecas, mariposas, regalos, recuerdos y cientos de cajas con cartas, mensajes, videos y papeles, están guardados para la nieta que no pudo volver a abrazar.
María Isabel Chorobik de Mariani murió este lunes. Como tantas veces temió, sin volver a abrazar a su nieta.
“Mientras te espero, seguiré buscándote”, escribió, en una de sus cartas públicas, la abuela Chicha.